Comentario
Del quinto rey que hobo en el Cuzco, llamado Capac Yupanqui.
Páreceme que destos Incas que al principio de la fundación del Cuzco reinaron en aquella ciudad, que los indios cuentan pocas cosas dello; y, cierto, debe ser lo que dicen, que entre los Incas cuatro o cinco dellos fueron [los que] tanto se señalaron y que ordenaron e hicieron lo que ya [he] escripto.
Muerto Mayta Capac, le fueron hechas las osequias como se usaba entre ellos y, habiendo puesto su bulto en el templo para lo canonizar por santo conforme a su ceguedad Capac Yupanqui tomó la borla con grandes fiestas que para solenizar la coronación fueron hechas; y para ello de todas partes vinieron gentes. Y pasadas las alegrías, que lo más es beber y cantar, el Inca determinó de ir a hacer sacrificio al cerro de Guanacaure, acompañado del Gran Sacerdote y de los ministros del templo y de muchos orejones y vecinos de la ciudad.
Y [como] en la provincia de Condesuyo se había entendido cómo al tiempo que el Inca pasado murió estaba determinado de él ir a dar guerra, habíanse apercibido porque no los tomase descuidados; y dende a pocos días tuvieron también noticias de su muerte y de la salida que quería hacer Capac Yupanqui, su hijo; a hacer sacrificios al cerro de Guanacaure, y determinaron de venir a le dar guerra y a cojer el despojo, si con la victoria quedasen. Y así lo pusieron por obra y salieron de un pueblo que está en aquella comarca, a quien llaman Marca, y así llegaron a donde ya era venido el Inca, que siendo avisado de lo que pasaba estaba a punto aguardando lo que viniese; y sin se pasar muchos días se juntaron unos con otros y se dieron batalla, la cual duró mucho espacio y que todos pelearon animosamente; mas, al fin, los de Condesuyo fueron vencidos con muerte de muchos dellos; y así, el sacrificio se hizo con más alegría, matando algunos hombres y mugeres, conforme a su ceguedad, e mucho ganado de ovejas y corderos, en las asaduras de los cuales pronosticaban sus desvaríos y liviandades. Acabados estos sacrificios grandes fiestas y alegrías por la victoria que había habido.
Los que escaparon de los enemigos, como mejor pudieron, fueron a parar a su provincia, a donde de nuevo procuraron de allegar gente y buscar favores, publicando que habían de morir o destruir la ciudad del Cuzco, matando todos los advenedizos que en ella estaban; y con mucha soberbia, inflamados en ira, se daban priesa a recoger armas y, sin ver el templo de Curicancha, repartían entre ellos mesmos las señoras que en él estaban. Y estando aparejados, se fueron hacia el [cerro] de Guanacaure, para desde allí entrar en el Cuzco, donde había aviso destos movimientos y Capac Yupanqui había juntado todos los comarcanos al Cuzco y confederados. Y con los orejones aguardó a sus enemigos, hasta que supo estar cerca del Cuzco, a donde fueron a encontrarse con ellos, y entre los unos y los otros se dio la batalla, animando cada capitán a su gente. Mas, aunque los de Condesuyo pelearon hasta más no poder, fueron vencidos segunda vez con muerte de más de seis mill hombres dellos y los que escaparon volvieron huyendo a sus tierras.
Capac Yupanqui los fue siguiendo hasta su propia tierra, donde les hizo la guerra de tal manera que vinieron a pedir paz, ofreciendo de reconoscer al Señor del Cuzco, como lo hacían los otros pueblos que estaban en su amistad. Capac Yupanqui los perdonó y se mostró muy alegre con todos, mandando a los suyos que no hiciesen daño ni robasen nada a los que ya tenían por amigos. Y en aquella comarca fueron luego buscadas algunas doncellas hermosas para llevar al templo del sol que estaba en el Cuzco. Y Capac Yupanqui anduvo algunos días por aquellas comarcas emponiendo a los naturales dellas en que viviesen ordenadamente, sin tener sus pueblos por los altos y peñascos de nieve; y así fue hecho como él lo mandó y volvióse a su ciudad.
La cual se iba ennobleciendo más cada día y se adornaba el templo de Curicancha; y mandó hacer una casa para su morada, que era la mejor que hasta en aquel tiempo se había hecho en el Cuzco. Y cuentan que hobo en la Coya, su legítima muger, hijos que le sucedieron en el señorío; y como ya se extendiese la fama por todas las provincias comarcanas del Cuzco de la estada en ella de los Incas y orejones y del templo que habían fundado y de cuanta razón y de buena orden había en ellos y de cómo andaban vestidos y aderezados, y de todo esto se espantaban y la fama discurría por todas partes, dando pregones destas cosas.
Y en aquellos tiempos los que tenían señorío a la parte del Poniente de la ciudad del Cuzco, y se extendía hasta donde agora es Andaguaylas, como los oyesen enviaron a Capac Yupanqui sus embajadores con grandes dones y presentes, enviándole a rogar los quisiese tener por amigos y confederados suyos; a lo cual respondió el Inca muy bien, dándoles ricas piezas de oro y de plata que diesen a los que los enviaron. Y haciéndoles buen tratamiento y hospedage, estuvieron estos mensajeros algunos días en la ciudad, paresciéndoles más lo que veían que no lo que habían oído; y así lo contaron en sus tierras, desque allá fueron vueltos. Y algunos de los orejones del Cuzco afirman que la lengua general que se usó por todas las provincias, que le la que usaban y hablaban estos Quichoas, los cuales fueron tenidos por sus comarcanos por muy valientes, hasta que los Chancas los destruyeron. Habiendo, pues, el Inca Capac Yupanqui vivido muchos años, [murió] siendo ya muy viejo; y, habiendo ya pasado los lloros y días de sus honras, su hijo fue recibido sin contraste ninguno por el rey del Cuzco, como su padre lo había sido: el cual había por nombre Inca Roca Inca.